Seguidores

jueves, 16 de junio de 2011

El día de mi boda...

... nervios, pocos, porque llevábamos viviendo juntos tres años y más o menos sabíamos a qué nos enfrentábamos. Claro, que al mes de casados yo ya me quedé en estado, a las 39 semanas nació Daniel y entonces te das cuenta que no lo es lo mismo vivir con alguien que ya ser tres, siendo uno un bebé.
Pero de momento, ahí estoy yo, casándome por la iglesia, con mi vestido de novia, un velo largo, y toda la parafernalia, porque pensé "sólo lo voy a hacer una vez en la vida, así que vamos a hacerlo a lo grande". La iglesia, preciosa. El pasillo que me llevaba al altar, larguísimo, más cuando tienes que ir arrastrando a tu padre que, presa de los nervios, se olvida de cómo se camina.
La iglesia está en una zona casi peatonal, lo cual significa que si eres un vecino de la zona, por ejemplo, puedes bajar cualquier pilona de hierro que haya para impedir el paso. Y para las que nos casamos allí, pues vas a la comisaria y dices "el día tal me caso, que me bajéis el hierro o no puedo pasar".
La noche antes de la boda, dormí en casa de mis padres y mi futuro esposo en la de los suyos (eso manda la tradición, ¿no).
Al día siguiente, fotógrafo haciendo reportaje en casa, maquilladora, peluquería, etc. Y ya se hace la hora de ir tirando para la iglesia.
Primero, que hacía un calor horroroso, 26 de junio. De donde viven mis padres a mi casa hay media hora en coche, con toda la solana cayendo encima. Mi tío, que es quien me llevó, llegó antes de tiempo y no se le ocurre otra cosa que dejarme dentro del coche mientras él se iba a tomar una cervecita hasta que llegara la hora. Pero se fue sin decirme nada, así que yo pensé que tal vez tardaría poquito. Y el coche se convirtió en un horno, porque el muy borde lo dejó al sol. Así, que esos rizos taaaaaan preciosos que me había hecho mi peluquero, a los lados de la cara, y que le daban un romántico aspecto, se convirtieron en columnas.
Bueno, no pasa nada.
Cuando a mi querido tío le parece bien, vamos para allá. Le doy al timbre que hay en la columna, y nada, nadie contesta. Tengo que decir que el cura que nos casó tenía el mote de Mosen Turbo, y me dijo que, si llegaba tarde, empezaría sin mi (cosa que me creí, porque el día que había partido del Barça este hombre terminaba la misa poniéndose la chaqueta para ir al Camp Nou).
Volví a llamar y nadie contestaba. Los llamé por teléfono, le dije "por favor abrid que tengo que llegar a la iglesia en cinco minutos". Me dijeron que vale. Nada. Volvía a llamar, más nerviosa. Dijeron otra vez que sí.
Detrás del coche se estaba formando una cola impresionante, sólo había un carril, pero... unos 3 ó 4 coches atrás había uno con 3 quillos, de esos rapados y con el chumba chumba a todo volumen. Y empezaron a tocar el claxon. Dale que te pego. Yo cada vez más nerviosa. Los de la comisaria diciendo "¿pero no se abre?". Yo pensando "Mosen Turbo coge a cualquiera de las invitadas y me lo casa".
Y los quillos con el claxon.
Los de mi coche "tranquila, no les hagas caso".
Y al final, bajo la ventanilla, me asomo, con ramo de flores en la mano y todo, y empiezo: "¿Qué pasa hijos de piiiii"? ¿No véis que no puedo pasar? ¡Dejad de una vez de tocar el piiii claxon!!! Y algunas lindezas más.
Qué romántica, esa novia, con su vestido y su velo largo, sus guantes... y blasfemando como una loca.
Y de repente se bajó la pilona y pudimos pasar. Comentario de los quillos al pasar por mi lado: "Tranquila señora, que vaya bien el casamiento". Cabrones.
Cogí a mi padre del brazo, empecé a empujarlo hacia el altar, como ya he mencionado, y fui todo el camino saludando a mis invitados y haciéndoles comentarios.
La ceremonia fue cortita, muy bonita, nosotros mismos nos dijimos todo, eso de respetar y amar hasta que la muerte nos separe, y nos casamos, por parte de él subieron 2 testigos y por la mía, pues como no me acordaba que había que llevar testigos empecé a elegir a gente a dedo, los cuales, sorprendidos, subieron a firmar. Eso sí, subió tanta gente que creo que no quedé mal con nadie, nadie dijo "joder, me podrías haber elegido para ser tu testigo".
Ah, se me olvidaba. El niño que nos llevaba los anillos, que debía tener unos 3 añitos, al verme vestida de novia se asustó, y trabajo nos costó que se acercara a mi con las alianzas.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
En otro os cuento la aventura de tomar el avión para iniciar el viaje de novios. Pero primero tenéis que contar vosotras alguna batallita.
Espero vuestros comentarios.

8 comentarios:

  1. jajaja en las bodas siempre hay anecdotas, creo q pocas bodas salen redondas!

    ResponderEliminar
  2. En todas las boda pasa algo, si es que la perfeccción no existe, pero bueno, al fin y al cabo tienes algo que contar :D

    ResponderEliminar
  3. jajaja que bueno!!!!! tía pero si te hubiese salido todo perfecto no habría sido tan especial ^^.Es como los viajes o pasa alguna anécdota o pierden la gracia xD

    ResponderEliminar
  4. Seguro que en mi boda (si sucede algún día) me vuelvo aún más verdulera que tú jajaja
    Ha sido muy interesante!

    ResponderEliminar
  5. Qué bueno!! Ánecdotas siempre hay, es lo que hace interesante los días.

    ResponderEliminar
  6. jajajajajajjaaja que grande¡¡¡ me lo he imaginado tanto, lo has contado con tantos detalles!!! quiero saber lo del viaje, que buena!!! seguro que es una anécdota que recordais mucho jejej

    unbeso!

    ResponderEliminar
  7. Una boda sin anécdotas es como si no se hubiera hecho. Demasiado poco te pasó para algunas que he visto yo en mi pueblo...

    ResponderEliminar