Seguidores

martes, 29 de enero de 2013

Todavía no somos mayores para ciertas cosas.

Hoy me pongo delante del ordenador para contaros una historia de hace mucho tiempo, y por la que nos hemos peleado muchas amigas. Visto desde ahora, con la perspectiva del tiempo, no tiene mayor importancia, pero sigue dejando huella. La voy a contar sin nombres, o mejor dicho, con nombres inventados.


Hace años, cuando estábamos en el instituto y comencé a salir con mis amigas actuales, conocí a un chico. Digamos que no era el mejor ejemplo, pero con la tontería, empezamos a salir. Pasó a ser una relación casi clandestina (escondiéndonos en casa de las amigas o tal), porque ya digo que no era el mejor ejemplo de chico. Y como todas las amigas teníamos cosas que esconder (ya sabéis, locuras de quinceañeras), pues todo iba según lo previsto, lo normal. Llegó un día en que dicho chico y yo lo dejamos.

Paréntesis: en mi grupo de amigas, tenía dos que eran más allegadas a mí: Ainhoa e Isabel.

Unos meses más tarde, mi amiga Ainhoa me dijo que el chico en cuestión, Roque, la iba buscando a todas horas, vamos que iba detrás de ella. Al poco fue el cumpleaños de otra amiga, al que no fui por estar de concierto. En él, según me dijo Ainhoa misma, se besó con el chico, por saber lo que sentía en realidad ella. Al final todo quedó en nada, y hablamos muchísimo para que eso no afectase a nuestra amistad. Eso sí, la semana siguiente, Isabel no salió, y Roque llamó a Ainhoa la mañana del domingo para decirle que el sábado había salido de fiesta, pero que seguía enamorado de ella.

Cuál fue nuestra sorpresa cuando, un mes más tarde, descubrimos que Isabel y Roque estaban saliendo juntos. Aquello rompió nuestra amistad con Isabel. No por nada, sino por no habernos contado lo sucedido, ¿o es que no tenía confianza suficiente con nosotras?

Las demás siguieron el camino normal, sin tomar partido. Y en estos momentos, tras 5 años o así, en los que Isabel y Roque siguen juntos, siguen habiendo problemas. Problemas porque no entienden que aunque Isabel y yo no nos hablemos, podemos salir todos juntos (somos bastantes como para que eso no afecte). Todavía no somos lo suficientemente mayores como para que siga restregándonos que está con él, sin darse cuenta de que no nos afecta para nada y que lo único que consigue son malos rollos.

Todavía seguimos así, tristemente.